El lenguaje y el habla son fenómenos, manifestaciones, complejas que
hacen de sus trastornos, fenómenos igualmente complicados. Este es el caso de
la tartamudez, que ha venido manifestándose de forma sistemática como una de
las perturbaciones más rebeldes e inciertas de la patología del Lenguaje.
En torno a esta dificultad del habla se suscitan múltiples
interrogantes, que desembocan en diversidad de respuestas, las cuales dependen
no ya del campo teórico que las sustenta, sino principalmente del profesional
que las postula, si bien la unanimidad entre los especialistas es total al
señalar la dificultad de ofrecer una acotación conceptual del término y de
postular una intervención terapéutica eficaz.
Cuando hablamos de disfemia o tartamudez hemos de subrayar que nos
encontramos ante un trastorno funcional de la comunicación oral, que afecta al
ritmo articulatorio de la palabra y que
no deriva de ningún tipo de anomalía delos órganos fonatorios. Se trata,
además, de un trastorno que exige la presencia de uno o varios interlocutores
para que pueda evidenciarse que está exento de un marco sintomatológico
preciso, por lo que son muchos los autores que señalan que no hay disfemias
sino sujetos tartamudos.
El término “disfemia”o “tartamudez” ha experimentado notables
transformaciones a lo largo del tiempo
en cuanto a su conceptualización.
El DSM-IV entiende el tartamudeo como una alteración de la fluidez y de
la organización temporal normales del habla (inadecuadas para la edad del
sujeto), caracterizada por la concurrencia frecuente de uno o más de los
siguientes fenómenos:
• Repeticiones de sonidos y
sílabas.
• Prolongaciones de sonidos.
• Interjecciones.
• Palabras fragmentadas por
pausas.
• Bloqueos audibles o
silenciosos.
• Circunloquios para sustituir
palabras problemáticas.
• Palabras producidas por un
exceso de tensión física.
• Repeticiones de palabras
monosilábicas.
Clásicamente, la tartamudez se definía como un problema del ritmo del
habla. De una manera más moderna, se dice ahora que se trata de una alteración de la fluencia
verbal. La palabra fluencia viene del latín
"fluere", que significa fluir, pero, el problema de la
tartamudez no se limita en modo alguno a una dificultad en el ritmo del habla,
la tartamudez implica a menudo mucho sufrimiento, por lo que tenemos derecho a
plantear muchas cuestiones sobre ella
teniendo en cuenta el punto de vista de la persona que la padece,
aspecto este último generalmente descuidado u olvidado a la hora de definir el
concepto de esta patología.
Para el hablante disfémico, tartamudear significa no tener control
sobre la propia emisión de la palabra, perder la espontaneidad expresiva y el
contacto con los que le escuchan; en definitiva, carecer de una real
posibilidad de comunicación. Es
evidente lo que llama la atención la
tartamudez desde el primer momento, se trata de la batalla, de la lucha contra
las sílabas y las palabras y el perjuicio para la comunicación que esto
conlleva. El combate que el individuo parece mantener contra sí mismo, más
bien, contra una parte de sí mismo que tiene además la necesidad de disimular,
de ocultar la dificultad, empujado por el temor a que los demás puedan
intervenir de manera poco afortunada en el conflicto. Para la persona
tartamuda, el núcleo del problema se halla también en la incertidumbre del
desenlace de este combate.
Es importante no olvidar el punto de vista del que padece la tartamudez
a la hora de ofrecer una definición de la misma.
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